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La falacia de la teoría de la evolución biológica
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#1•25/May/2019, 06:05•Editado por Kristiano

La falacia de la teoría de la evolución biológica

José Antonio Valdivia Fuenzalida









Muchas veces las intenciones superan a la razón humana, pudiéndola hacer persistir en el error por períodos excesivamente prolongados. A raíz del bicentenario natal de Darwin y de los ciento cincuenta años que el 2009 se cumplen de su teoría de la evolución, últimamente se han publicado muchos artículos destinados a enaltecer esta teoría que pretende dar una explicación del origen de las especies sin necesidad de Dios.

Gracias a ella –nos dicen– se dejaron de lado para siempre las explicaciones religiosas para dar razón del universo. Por ejemplo, en la revista Sábado de El Mercurio del 7 de febrero de este año, Daniel Samper Pizano dice: “Los estudios y planteamientos darwinianos marcaron un giro radical a la ciencia y el conocimiento. Ellos demostraron que la doctrina de la creación de los seres humanos y de la naturaleza por Dios era una bella fábula, pero que, en verdad, cuanto existe en el planeta es fruto de la evolución y la supervivencia de las especies con mayor capacidad para adaptarse al medio.” Sin embargo, a pesar de todo lo que se pueda decir, lo esencial de la teoría de la evolución nunca ha sido probado. ¿Por qué, entonces, ha sido aceptada durante todos estos años con tanto fervor por las comunidades científicas? El motivo es muy simple: la intención decidida de muchos científicos e intelectuales de deshacerse de Dios. Por lo tanto, su gran perdurabilidad no radica en la firmeza de sus fundamentos, sino que solo en la voluntad de quienes creen en ella. Y digo “creen” porque, en definitiva, lo que ella plantea es una fe.

Ahora bien, ¿qué es eso que la teoría de la evolución nunca ha probado y por qué? Para responder a esta pregunta, primero conviene explicar esta teoría en sus aspectos más esenciales. En primer lugar, hay que decir que, según ella, toda la diversidad de las especies, su fisonomía y propiedades, son el fruto de un prolongado proceso gradual de pequeños cambios que se habrían producido a partir de una o más formas primitivas. De acuerdo a esto, habría un proceso de constante cambio y devenir en todos los seres del universo. En principio, este sería muy lento y el estado actual de las especies sería el resultado de millones de años de pequeños cambios. Esta evolución carecería de cualquier tipo de finalidad intrínseca, por lo que todo lo que son las especies tendría como única causa el azar. Por supuesto, estas afirmaciones se fundamentan en una serie de observaciones empíricas, como lo es por ejemplo el hecho de que es posible ver cómo en hábitat diferentes una misma especie presenta ciertas diferencias nacidas de la adaptación al medio, lo que haría pensar que las dos vienen de una forma común. No obstante, ¿cómo se explica este proceso? En un comienzo, lo que Darwin planteó fue básicamente lo siguiente:







1. Todas las especies biológicas se reproducen de forma excesiva, por lo que su número supera al de los que podrían vivir en una determinada población.

2. Esto último produce que estos individuos tengan que luchar por su existencia, sobreviviendo solo los más aptos.

3. Es sabido que, dentro de una misma especie, es posible encontrar algunas variaciones en los individuos que la componen. Por ejemplo, algunos son más grandes y otros son más rápidos y ágiles. En principio, algunas de estas variaciones favorecerían a algunos de ellos en la lucha por su existencia. Así pues, en un ambiente repleto de depredadores, es evidente que los más rápidos tendrían más posibilidades de sobrevivir.






4. Finalmente, a causa de lo anterior, por un asunto de probabilidades, en las generaciones posteriores van quedando las diferencias más aptas para sobrevivir y las menos aptas se van eliminando. En efecto, puesto que los individuos más aptos van siendo cada vez más, es más probable que las cruzas se hagan entre ellos. Así, “las especies y sus subdivisiones, las razas y las poblaciones, se modificarán gradualmente en la dirección de las variaciones más ventajosas” (Danko Brncic, Fundamentos de la teoría de la evolución biológica, Editorial Universitaria, 1979, p. 36).

A todo esto se le llamó “selección natural”. Hay que destacar que cuando esta teoría fue presentada en 1858 (dándose a conocer los resultados de la investigación de Darwin y Wallace, quien de forma independiente había llegado a las mismas conclusiones), todavía Mendel no había hecho su gran descubrimiento que abrió paso al desarrollo de la genética. En cierto modo, la ignorancia sobre ese tema ponía ciertos límites a la teoría de la selección natural, ya que no se podía dar razón de la manera en que eran heredadas las nuevas formas que supuestamente iban cambiando la fisonomía de las especies. Cuando en 1900 se redescubrieron las conclusiones de Mendel, al principio parecieron contradecir la teoría de la evolución. Sin embargo, esto no tardó en cambiar, ya que terminaron dándole una base todavía más sólida al mecanismo de la selección natural. A esto último se le ha llamado “síntesis moderna”.











Después de esta breve exposición, y teniendo en cuenta que a lo largo de ciento cincuenta años ha habido descubrimientos que han hecho cada vez más coherente esta teoría, da la impresión de que no le falta nada por probar. No obstante, si nos fijamos bien, veremos que en ella se esconde una gran falacia. Hay solo un hecho que está lo suficientemente probado. Al menos, como no soy biólogo, no me encuentro en condiciones de refutarlo. Y este hecho es que las especies, a lo largo de los siglos, pueden tener muchos cambios y evolucionar. Así, por ejemplo, es posible que nos encontremos con que el antepasado de lo que actualmente conocemos como caballo sea mucho más grande, peludo, fuerte y rápido que el actual. No obstante, esto es sustancialmente diferente de la afirmación de que todas las especies actuales son el resultado de un proceso evolutivo cuyo origen es una o muy pocas formas originarias. En otras palabras, lo que nunca se ha probado empíricamente es que unas especies puedan convertirse en otras. Podremos estar completamente seguros de que las actuales características accidentales de las especies son ahora muy diferentes de lo que eran hace miles de millones de años, pero no hay absolutamente ninguna evidencia empírica respecto de que a partir de una especie haya surgido otra esencialmente diferente. Así, tiene mucho sentido –y es perfectamente coherente con el actual estado de la teoría de la evolución– que las distintas clases de elefantes tengan como antepasado al mamut. Pero no por esto tenemos el derecho de inferir que los perros vengan de las lagartijas, que el hombre venga del mono y que todas las especies vengan de una ameba. A pesar de eso, son estas las conclusiones que la mayoría de los evolucionistas más aprecian, ya que creen que con ellas han desterrado a Dios de la ciencia. Algunos podrán decir que como los cambios se van dando a lo largo de miles de millones de año, lo que al principio eran variaciones accidentales al final terminaron constituyendo a seres esencialmente diversas. Pero esto sigue siendo muy distinto al hecho de que dentro de una misma especie se produzcan solo cambios accidentales. Una cosa no se sigue de la otra. En consecuencia, para hacer una inferencia de esa naturaleza sin caer en el terreno de lo incierto, tenemos que probarlo empíricamente, lo cual todavía no se hace.

La teoría de la evolución, por lo tanto, aunque tenga fundamentos muy sólidos para probar que las especies cambian, nada nos dice con certeza sobre la posibilidad de que unas especies se transformen en otras. Así, ideas tales como que el hombre tiene como antepasado más directo al mono, no debemos entenderlas más que como meras leyendas científicas. Más aún, metafísicamente hablando, hay razones suficientes –que no trataré ahora por no ser mi objetivo– que nos permiten pensar con total certidumbre que nunca serán probadas empíricamente.

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#2•26/May/2019, 05:54

EL PROBLEMA DE LA IMPROBABILIDAD GENÉTICA

medicina-genetica-getty456 Por  Ashby Camp

Publicado enmayo 15, 2013deunidoscontralaapostasia

(Tomado de, “El mito de los orígenes naturales; cómo la ciencia señala a la creación divina” Ashby Camp, Ktisis Publishing, Tempe, Arizona, 1994, páginas 53-57, usado con permiso).

Incluso en el plano teórico, no parece posible que las mutaciones suministren registros de la diversidad de la vida en la tierra; por lo menos no en el tiempo actual. De acuerdo al profesor Ambrose, el mínimo número de mutaciones necesarias para producir la estructura nueva más simple en un organismo es de cinco mutaciones (Davis, 67-68; Bird, 1:88), pero estas cinco deben ser del tipo apropiado y deben afectar cinco genes que están relacionados funcionalmente (Davis, 67-68). En otras palabras, no solo y cualquiera de cinco mutaciones harán la nueva estructura. Las probabilidades de que esto ocurra en un único organismo son astronómicas.

Las mutaciones de cualquier tipo se cree que ocurren una vez en cada 100.000 replicaciones de genes (aunque algunos estiman que estas ocurren con mucha menos frecuencia) (Davis, 68; Wysong, 272). Suponiendo que el primer organismo unicelular tuvo 100.000 genes, el mismo número que la E. coli (Wysong, 113), una mutación existiría para cada 10 células. Debido a que solo una mutación por cada 1.000 no es perjudicial (Davis, 66), habría solo una mutación no perjudicial en una población de 10.000 de dichas células. Las probabilidades de que esta única mutación no perjudicial afectaría, sin embargo a un gen es de 1 en 10.000, debido a que existen 10.000 genes. Por lo tanto, se necesitaría una población de 100 millones de células antes de que una de estas se esperara que poseyera una mutación no perjudicial de un gen especifico.

Las probabilidades de que una sola célula posea mutaciones no perjudiciales de cinco genes específicos y funcionalmente relacionados es el producto de sus probabilidades separadas (Morris, 63). En otras palabras, la probabilidad es 1 en 108 x 108 x 108 x 108 x 108, una en 1040. Si cien billones de bacterias (1014) se produjeran cada segundo durante cinco billones de años (1017 segundos), el resultado de la población (1031) sería solo 1/1’000.000.000 de lo que se necesitaría.

Pero aun así, esta no es toda la historia. Estas son las probabilidades de obtener solo una clase de mutaciones no perjudiciales en cinco genes relacionados. Sin embargo, y para crear una nueva estructura, los genes mutados deben integrarse o funcionar en coordinación con otros. De acuerdo al profesor Ambrose, las dificultades de obtener mutaciones no perjudiciales de cinco genes relacionados, “se desvanecen en la insignificancia cuando reconocemos que debe existir una estrecha integración de funciones entre los genes individuales del grupo, los cuales deben también estar integrados en el desarrollo de todo el organismo.” (Davis, 68).

Además de esto, la estructura que resulta del grupo de los cinco genes integrados, debe, en las palabras de Ambrose, “dar alguna ventaja selectiva, o bien, se dispersarían una vez más dentro de la población en general, debido al entrecruzamiento.” (Bird, 1:87). Ambrose concluye que, “parece imposible explicar [el origen del aumento de la complejida] en términos de solo mutaciones al azar.” (Bird 1:87).

Cuando uno considera que una estructura tan “simple” como el ala de una mosca de la fruta involucra entre 30 a 40 genes (Bird, 1:88); es matemáticamente absurdo pensar que las mutaciones genéticas al azar puedan dar cuenta de la vasta diversidad de la vida en la tierra. Aun Julián Huxley, un evolucionista acérrimo que hizo conjeturas muy favorables a la teoría, calculó que las probabilidades contra la evolución de un caballo son de 1 en 10’300.000 (Pitman, 68). ¡Si solo más cristianos tuvieran esa clase de fe!

Este problema de probabilidad no es la idea equivocada de algunos en el grupo de científicos radicales. Como declaró William Fix:

“Si uno mira las mutaciones o el flujo genético como el origen de las variaciones necesarias para la evolución del combustible, existe un enorme problema de probabilidad en el corazón de la teoría  Darwinista y la neo Darwinista, las cuales han sido citadas por cientos de científicos y profesionales. Ingenieros, físicos, astrónomos y biólogos que han mirado, sin perjuicio, el concepto de tales variaciones produciendo organismos aun más complejos, han llegado a la misma conclusión: Los evolucionistas están asumiendo  lo imposible.” (Fix, 196).

El renombrado zoólogo francés, Pierre-Paul Grassé no ha hecho de su escepticismo un secreto:

“¿Qué jugador sería lo suficientemente loco como para jugar la ruleta de la evolución al azar? La probabilidad de que el polvo, llevado por el viento, haga un duplicado de la Estampa Maestra ‘Melancolía I’ de Dürer es infinitesimalmente menor, que la probabilidad de error de copia en la molécula del ADN que conduce a la formación del ojo; además, estos errores no tenían relación alguna con la función que tendría que realizar el ojo o que estaban empezando a llevar a cabo. No existe ley contra el soñar despierto, pero la ciencia no debe satisfacerlo.” (Grassé 104).

En 1967, un grupo de biólogos y matemáticos internacionalmente conocidos se reunieron para considerar si las mutaciones al azar o aleatorias y la selección natural podrían calificar como el mecanismo del cambio evolutivo. La respuesta de los matemáticos fue: “No” (Morris, 64-65; Sunderland, 128-36). Los participantes al simposio, particularmente todos los evolucionistas, reconocieron la necesidad de algún tipo de mecanismo para reducir las probabilidades en contra de la evolución. En las palabras del Dr. Murray Eden, del M.I.T.:

“Lo que estoy afirmando es que sin algún tipo de restricción en la noción de la variación aleatoria (o del azar), ya sea en las propiedades del organismo o en la secuencia del ADN, no existe razón particular para esperar que hemos logrado alguna clase de forma viable, otra diferente a la falta de sentido común.” (Sunderland, 138).

Resumiendo el análisis de Eden y el de Hoyle acerca del mecanismo de la evolución, Wickramasinghe declara:

“Simplemente encontramos que no hay forma de que esto sucediera. Si Ud. empieza con un simple microrganismo, sin importar cómo este surgió en la tierra, como sopa primordial o de otra manera, entonces, si Ud. solo tiene esa sola unidad organizativa, de información y dice que copió esta secuencialmente una y otra vez, la pregunta es, ¿acumula este, bastantes errores de copia, suficientes errores en la copia? ¿Y llevan estas acumulaciones en errores de copia a la diversidad de las formas vivientes que ve uno en la tierra? Esta es la formulación general y usual de la teoría de la evolución  La miramos muy sistemáticamente, muy cuidadosamente, en términos numéricos. Al revisar todos los números, las tasas de mutación y así sucesivamente, decidimos que no existe forma por la cual esto podría incluso y cercanamente acercarse a la verdad.” (Varghese, 28).

De esta forma, muchas décadas han solo confirmado la observación de Gertrude Himmelfarb en su libro “Darwin y la revolución Darwiniana” (“Darwin and the Darwinian Revolution”), 1959:

“Ahora se descubrió que mutaciones favorables no son solo pequeñas sino extremadamente raras, y la combinación fortuita de mutaciones favorables tales como las requeridas para la producción de aun una mosca de la fruta, y muchos menos la de un hombre, son todavía más raras que las probabilidades que contra esta serían expresadas por un número conteniendo muchos ceros, así como las letras que existen en una novela promedio, ‘un número mayor que todos los electrones y protones en el universo visible’; una improbabilidad tan grande como la de un mono provisto con una máquina de escribir buscara letra por letra las palabras de Shakespeare.” (Fix, 196).

___________

Referencias:

Bird, W.R., “The Origin of Species Revisited” (Nashville: Thomas Nelson, 1991; publicado originalmente por, Philosophical Library en 1987). Bird se graduó summa cum laude de la Universidad Vanderbilty, y tiene un grado de J.D. de la Escuela de Leyes de Yale. Ha publicado artículos en numerosas revistas jurídicas y representó al Estado de Louisiana en el reto a su “estatuto de la creación”. Ambos volúmenes de esta obra están ampliamente documentados con referencias a la literatura científica pertinente.

Davis, Percival y Dean H. Kenyon, “Of Pandas and People” (Dallas: Haughton Publishing Co. 1990). Davis tiene una Maestría de la Universidad de Columbia y es un profesor en ciencias de la vida en Hillsborough Community College. Kenyon tiene un Doctorado en biofísica de la Universidad de Stanford y es Profesor de Biología en San Francisco State University. Es co-autor de “Predestinación bioquímica” (“Biochemical Predestination”) publicado por McGraw-Hill en 1969. El editor académico de, “Of Pandas and People” fue Charles B. Thaxton quien tiene un Doctorado en química de Iowa State University y es también co-autor del libro “The Mystery of Life’s Origin”, publicado por “Philosophical Library” en 1984.

Fix, William R., “The Bone Peddlers” (Nueva York: Macmillan PUblishing, 1984). Fix tiene una Maestría en ciencias del comportamiento de la Universidad Simon Fraser (Canadá) y es también autor de muchos libros.

Grassé, Pierre-P., “Evolution of Living Organisms” (Nueva York: Academic Press, 1977). Grassé es el zoólogo más distinguido de Francia. Dobzhansky ha descrito su conocimiento del mundo viviente como “enciclopédico”.

Morris, Henry M. y Gary E. Parker, “What is Creation Science” (San Diego: Creation-Life Publishers, 1982). Morris tiene un Doctorado en ingeniería hidráulica de la Universidad de Minnesota. Parker tiene una Maestría en Ciencias y un Doctorado en biología de la Ball State University.

Pitman, Michael, “Adam and Evolution” (London: Rider & Co., 1984). Pitman tiene una Licenciatura en Ciencias de la Open University (Inglaterra), una Maestría en estudios clásicos de Oxford y enseña biología en Cambridge, Inglaterra. En su libro, la introducción es del Dr. Bernard Stonehouse, un científico que ha ocupado cargos académicos en Oxford, Yale y otras universidades prestigiosas.

Sunderland, Luther D., “Darwin’s Enigma: Fossils and Other Problems”,3ª edición (Santee, CA: Master Book Publishers, 1984). Sunderland tenía una Licenciatura en Ciencias de la Pennsylvania State University y trabajó como ingeniero aeroespacial con la General Electric especializándose en sistemas de control automáticos de vuelos (Murió en 1.987).

Varghese, Roy Abraham, ed., “The Intellectuals Speak Out About God” (Chicago: Regenery Gateway, 1984). Los citados son Robert Jastrow y Chandra Wickramasinghe.  Wickramisinghe es una autoridad internacional reconocida en materia interestelar y es el director del departamento de matemáticas aplicadas y astronomía en la University College en Cardiff, Gales.

Wysong, Randy L., “The Creation-Evolution Controversy” (Midland, MI: Inquiry Press, 1976). Wysong tiene una Licenciatura en Ciencias y un D.V.M. de Michigan State University.

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